La casa que vamos a ver en esta ocasión es la que habitaron durante mucho tiempo doña Alejandra y su familia la cual estaba formada por dos mujeres y un hombre. Una de las hijas era doña Elvira quien a su vez tuvo por hijos a Guadalupe, Joel y Poncho. De ellos Lupe vive en el pueblo y de Joel sabemos que ya falleció y sus restos quedaron en el panteón de la localidad lo mismo que sucedió con Poncho (Ildefonso). De la otra hija de doña Alejandra no recuerdo su nombre, pero ella tuvo una hija de nombre Graciela, que hasta donde yo sé, radica en una parte del Distrito Federal . Era ella una chica muy simpática y alegre que se casó con un muchacho de Huauclilla de nombre Gamaliel. El hijo de doña Alejandra, ya fallecido también se llamó Heriberto pero todos lo conocían por Pinolillo. El estuvo casado con una señora que también era de Huauclilla.
Aquí en este lugar doña Alejandra tenía su puesto de "raspados", en el que le ayudaban Lupe y Graciela. Eran esos "raspados" la delicia de todos los niños a la hora del "recreo" y nos hacíamos bola pidiendo a gritos que nos dieran uno de a cinco, o de a diez que eso era lo que costaban, esos cinco o diez eran centavos pues por esos tiempos aún no teníamos las recurrentes crisis a las que nos han arrojado nuestras ................ autoridades.
Aquí en este lugar doña Alejandra tenía su puesto de "raspados", en el que le ayudaban Lupe y Graciela. Eran esos "raspados" la delicia de todos los niños a la hora del "recreo" y nos hacíamos bola pidiendo a gritos que nos dieran uno de a cinco, o de a diez que eso era lo que costaban, esos cinco o diez eran centavos pues por esos tiempos aún no teníamos las recurrentes crisis a las que nos han arrojado nuestras ................ autoridades.
Como a toda niñez sencilla del campo, se nos hacían deliciosas esas escamas de hielo rociadas con unos coloridos y dulces jarabes entre los que estaban los de limón, los rojos de grosella y los muy autóctonos de Jiotilla asi como los de tamarindo y de leche servidos todos en un trozo de papel de estraza que se deshacía desde antes de que uno se terminara el raspado.
Pero ahí mismo también había algo que era muy apetecido por los adultos y que según cuentan las viejas crónicas, hacían las delicias de no pocos aficionados a las bebidas espirituosas y así veíamos alineadas en el mostrador que ahí había, en largas hileras de botellas de Coronita y todas teniendo como tapón un limón, el oloroso néctar preparado a base de pulque mejor conocido como Tepache. Al consumo de esta bebida se concentraba principalmente la mano de obra que se desempeñaba bajando y subiendo a los vagones del ferrocarril lo que hasta la estación llegaba. Y no se conformaban con degustarlo directamente de la botella sino que algunos lo aderezaban agregándole un fresco y colorido gazpacho al que también le añadían unos picantes chiles parados muy bien picados y todo esto servido abundantemente en su respectiva jícara. Y si a esto le agregamos que Beto el Pinolillo puso una cantinita con en la que instaló un altisonante tocadiscos como era la moda en el pueblo por eso felices tiempos, pues ahí tenemos que en ese lugar la fiesta nunca paraba.
Aparte de esto Beto también contribuyó a acrecentar la fama del renombrado pan de Parián ya que de sus manos diariamente salían las ricas y doradas piezas redondas del pan blanco al que por levadura le ponían pulque dándole con este ingrediente su peculiar sabor.
Hoy tenemos una vista de como está actualmente el edificio de la estación Parián y su patio.